domingo, 27 de enero de 2013

Barreras a la innovación (II)


En el post anterior comenté que pese a que la innovación está en boca de todos, muy pocos parecen practicarla con éxito. En muchos casos ni tan siquiera se llega a abordar de manera decidida y formal, en otros no se logran los resultados esperados. La innovación es por su propia naturaleza incierta y compleja, esto requiere de organizaciones que hayan sido diseñadas para hacerla posible. Sin embargo la mayoría de empresas, han sido pensadas para actuar bajo el paradigma de la eficiencia y la excelencia operacional. Hacer una y otra vez lo mismo, utilizando el mínimo de recursos. En esos entornos, la innovación encuentra múltiples barreras.

La primera de las cuales, y tal vez la más importante, fue comentada en el post anterior. Se trata del hecho de no comprender en profundidad, ni el significado amplio del término, ni  los mecanismos que pueden hacer que la innovación florezca. Las habilidades y herramientas para explorar el futuro, son muy diferentes de las que utilizamos para explotar el presente. El primer paso para fomentar y proteger la capacidad innovadora de una empresa, es comprender en profundidad tanto los elementos que la hacen posible como las barreras que impiden que florezca.


A continuación, expongo algunos de los obstáculos a los que se enfrenta cualquier empresa que desee hacer de la innovación una ventaja competitiva, y por lo tanto innovar de manera sostenida en el tiempo:

El monstruo del día a día: muchas personas consideran que están demasiado ocupadas para abordar de manera decidida la innovación. La explotación del día a día parece pasar siempre por delante de la exploración de nuevas oportunidades. Siempre hay un email, una llamada o una reunión que atender.  No son pocos los casos en que trabajando con equipos de innovación, he podido experimentar en primera persona este hecho. Algún miembro del equipo que no acude por tener otras ocupaciones o interrupciones por llamadas que precisan de una respuesta inmediata.

A mi modo de ver, esto demuestra que para esa organización la innovación no es una prioridad, además supone una enorme confusión entre lo que es urgente y lo que es importante. Si una organización desea realmente innovar, y pretende hacerlo con personas que están inmersas en el día a día de la empresa, es fundamental respetar y proteger los espacios dedicados a la innovación. Los mensajes lanzados por las funciones del liderazgo son claves. Más sus acciones que sus palabras.


Enfoque a corto plazo: muchas empresas tienen un enfoque excesivamente cortoplacista. Este punto está relacionado en gran medida con el anterior. Al no tener una visión fuerte, ni un liderazgo que la fomente, la empresa es guiada por las cuentas de resultados trimestrales. Cuando esto sucede, la innovación no suele encajar. Se le exigen resultados a corto plazo, y por lo tanto nada realistas. La búsqueda de nuevas oportunidades y el desarrollo de nuevas soluciones requieren espacios temporales mayores. Para superar esta barrera es fundamental un liderazgo visionario, una estrategia a largo plazo y unos procesos bien definidos. Sin ello, tan sólo, y en el mejor de los casos, ciertas mejoras incrementales tendrán cabida en una organización.

Aversión al riesgo: no hay duda de que la innovación supone asumir riesgos. Cualquier proyecto de innovación implica un cierto nivel de incertidumbre y por lo tanto de riesgo. Existen riesgos de mercado, riesgos tecnológicos, riesgos financieros o riesgos operativos entre otros. No se trata de ignorar su existencia, se trata de minimizarlos a través de reducir la incertidumbre con las herramientas y capacidades adecuadas. Aceptando que siempre existirá cierto nivel de riesgo, pero siendo conscientes también de que en un entorno de cambio constante, es mucho más arriesgado no innovar. 

Es fundamental construir  una cultura de empresa que acepte cierto nivel de riesgo, lo que implica también aceptar fracasos, es decir proyectos que nunca verán la luz. Se trata de fallar pronto, barato y  a menudo, obteniendo aprendizajes de cada uno de esos fracasos. De modo que cada fracaso nos lleve a estar más cerca de la solución final. Para lograrlo es importante realizar muchas iteraciones en los procesos de innovación, avanzando la aparición de problemas y el testeo de suposiciones. Esto sólo será posible en el seno de organizaciones que no estigmaticen a los que participen en procesos que no sean exitosos, que fomenten la asunción de riesgos y compartan los aprendizajes derivados de esos fracasos.

Falta de recursos: muchas empresas creen que la innovación es cara. De nuevo me atrevo a decir que es mucho más caro no innovar. Al no hacerlo las empresas están poniendo en peligro su futuro, especialmente aquellas que se enfrentan a entornos dinámicos y con elevado nivel de competencia.  Estas, tarde o temprano,  deberán dedicar muchos más recursos a combatir a aquellos competidores que hayan apostado por innovar. La innovación precisa de recursos de diversos tipos, financieros, empleados, tiempo. Pero no todas las tipologías de innovación son igualmente caras, y se puede también recurrir a la colaboración con otras empresas, usuarios, centros tecnológicos, universidades. En caso de disponer de pocos recursos es fundamental enfocar la innovación a aspectos muy concretos, y buscar aliados. Pero nunca dejar de innovar.

Normas: las prácticas de gestión heredadas de un pasado más estable y dirigidas a lograr la máxima eficiencia, están repletas de normas. En muchas empresas han pasado a formar parte del ADN, creando cultura rígidas e inflexibles, que si bien podían ser adecuadas para otras situaciones, no parecen ser propicias para el fomento de la innovación. Suelen ser entornos que no facilitan la proactividad, ni la autonomía de sus trabajadores. Convierten a estos en ejecutores, sin capacidad de tomar decisiones, ni asumir riesgos, ni tan siquiera de cuestionar al status quo.

El exceso de normas, mata la capacidad de pensar distinto, mata la creatividad y por lo tanto la innovación. Crea ambientes donde suelen escucharse frases como, "aquí las cosas siempre se han hecho así" o "deberías consultarlo, al jefe no le gustará". Ecosistemas burocratizados, repletos de procedimientos. Las empresas innovadoras deben redefinir sus normas, la innovación también requiere de ciertas reglas, pero sin lugar a dudas no de muchas de las que existen actualmente en la mayoría de organizaciones.


Además de estas barreras, y según un estudio del BCG, existen otra serie de obstáculos mucho más relacionados con aspectos prácticos de la innovación, y que de algún modo podrían vincularse con la barrera comentada en el post anterior, el desconocimiento tanto de las posibilidades que la innovación ofrece, como de aspectos relacionados con el proceso innovar. Algunas de las que se nombran en dicho estudio son: 
  • Tiempos de desarrollo muy largos
  • Dificultad seleccionando las ideas apropiadas
  • Medir de manera errónea la capacidad de innovar
  • Número insuficiente de buenas ideas
  • Compensación no vinculada a los objetivos de innovación
  • Falta de coordinación interna
  • Poco conocimiento de los clientes
  • Falta de apoyo y compromiso de las posiciones de liderazgo

En muchas empresas cuando se identifica alguna barrera, está suele atacarse de manera aislada. La mejor respuesta sería  una que adopte un enfoque global y cree las circunstancias adecuadas para que la innovación pueda aparecer de manera continuada. Yo suelo hablar de ocho palancas: liderazgo, estrategia de innovación, proceso de innovar, desde la identificación de oportunidades hasta la comercialización, estructura organizativa, métricas de innovación, motivación e incentivos vinculados a los objetivos de la innovación, entornos de trabajo tanto físicos como virtuales que fomenten la colaboración y la inspiración, y finalmente, como resultado del resto de elementos, una cultura innovadora.

jueves, 17 de enero de 2013

Barreras a la innovación (I)


Diversos estudios señalan que la innovación es una prioridad en la agenda de muchas empresas, si bien esos mismos informes muestran un cierto descontento con los resultados obtenidos del esfuerzo innovador. En muchos casos incluso, la innovación nunca llega a transitar el camino que separa las palabras de los hechos. Así el problema no es sólo que la innovación no alcance los objetivos marcados, sino que ni tan siquiera llega a iniciarse ese proceso de innovar. Parece por lo tanto, que pese a hablar tanto de innovación, o se hace mal, o peor aún, ni se hace. Y la pregunta es ¿por qué?

La innovación difícilmente podrá florecer en el seno de una organización, sin que los líderes de la misma la apoyen y creen las circunstancias adecuadas para que ésta tenga lugar. Por lo tanto debe existir algún tipo de razones, que hagan que pese a que muchos directivos hablen de la importancia de la innovación, terminen no logrando lo que esperan de ella, o como  he comentado más arriba, no lleguen ni tan siquiera a abordarla de manera decidida. A través de lo leído, escuchado y vivido he identificado una serie de elementos, que funcionan como barreras a la innovación. En este post trataré la primera de estas barreras, que en mi opinión es el origen de la mayoría del resto de barreras, las cuales serán tratadas en el siguiente post.


Concepto abstracto: 
Por diversos motivos, la visión que se tiene del concepto de innovación y los mecanismos necesarios para accionarla son confusos. Es habitual que muchas personas sigan creyendo que la innovación es algo relacionado exclusivamente con la tecnología, lo que conlleva que muchas empresas consideren que les es ajena. A esto colaboran en gran medida las instituciones públicas encargadas de fomentarla, cuyos presupuestos están mayoritariamente destinados a subvencionar centros tecnológicos o proyectos que contengan una elevada componente tecnológica.

Esta confusión se ve reforzada por la alusión constante a la inversión en I+D como porcentaje de las ventas o del PIB, como medida del nivel de innovación de una organización o un territorio. Este enfoque excluye a muchas empresas que desearían innovar en dimensiones distintas a la tecnológica  y que no poseen laboratorios de I+D. Hay innovación más allá de la tecnología, y se ha comprobado también que incluso en los casos de innovación generada a partir de los laboratorios de I+D, no existe una relación directa entre la inversión realizada y los resultados obtenidos. Por lo tanto, otros elementos juegan también un papel fundamental.

Otra de las grandes confusiones es asociar la innovación con la creatividad, sin tener en cuenta que tal vez lograr ideas sea la parte más sencilla. En realidad muchas empresas creen que al realizar sesiones de creatividad están ya innovando. La creatividad está relacionada con el mundo de las ideas, la innovación con el de los resultados. Una cosa es generar una idea, otra bien distinta hacerla realidad y lograr que sea exitosa. 

Aprovecho para comentar una de mis obsesiones, la innovación no empieza con ideas sino con oportunidades, que en la mayoría de los casos suelen ser problemas o necesidades mal resueltas. El riesgo de empezar un proceso de innovación con una idea es doble, por un lado podemos enamorarnos de ella y convertir el proceso en la búsqueda del mejor modo para implementar esa idea, pese a que no se trate de la mejor solución posible. Por otro lado, podemos terminar lanzando una solución que no resuelva ningún problema relevante. Antes de generar ideas es fundamental comprender el problema o necesidad, su contexto y sus áreas de influencia, sólo entonces estaremos en disposición de generar la mejor solución posible.

Más allá de la confusión que genera el propio concepto, existe la problemática de desconocer exactamente cuales son los elementos que pueden llevar a una empresa a innovar de manera eficiente y sostenida en el tiempo. Suele asociarse la innovación a la genialidad de algunas personas. Sin embargo a medida que la innovación ha sido objeto de estudio, hemos ido descubriendo que existen procesos con distintas fases, unos más lineales otros más iterativos, que hacen que la innovación no sea el resultado de un genio, sino del trabajo duro de un equipo de personas, que con la formación y las herramientas necesarias pueden innovar una y otra vez. Especialmente si los líderes de esas organizaciones han sabido proveer una visión de lo que debe ser la empresa en el futuro, y han creado una cultura que apoye a la innovación.

La principal razón que explica este desconocimiento del concepto de innovación, y de la existencia de mecanismos capaces de hacerla repetible y al alcance de personas comunes, puede deberse a que pese  a que siempre se ha innovado, se trata de una disciplina joven, que se nutre de otras áreas del "management" así como de otro tipo de ciencias sociales, pero que hasta recientemente no ha sido objeto de estudio por parte de universidades ni escuelas de negocio. Por lo tanto la mayoría de directivos de hoy, no han recibido una formación específica entorno a la innovación. También en este tema llevamos retraso respecto a otros países, en los cuales la innovación como concepto holístico, lleva ya algunos años en los planes de estudios. Pero no es tarde para entender que se puede aprender a innovar y que la innovación no es magia.